X

Me disponía a almorzar con un grupo de mortales cuando aquél mediodía quise matarte. Eras la única ocupante de la única mesa libre. Nosotros éramos 6. En la tabla horizontal cabían 7 y vos ocupabas dos sillas. Una para tu cuerpo desgarbado, otra para tus piernas perezosas. Te observé mientras buscábamos una silla para compensar la que sin vergüenza acaparabas. Estabas inmóvil. Tu indiferencia egoísta no le daba tregua ni al más conchudo de los hambrientos.

Comía un sándwich de tortilla de papa hirviendo cuando imaginé tu muerte. Te agarraba de las piernas y te hacía girar como en plena lucha libre hasta que finalmente te arrojaba contra unas cuerdas hechas de alambre de púa e hilo sisal. En un ring repleto de ensalada rusa te golpeaba con una pierna de chancho hasta quebrar en más de 4 partes tus clavículas deformes. Los huesos salían por tus hombros agujereándote la piel.

“Me hubieras pedido el asiento”, todavía osabas increpar: “No sabía que lo querían”. Entonces, calentaba un encendedor en una hornalla hasta sacarle humo, tomaba la planta de tu pie sosteníendote del tobillo y te sellaba como a una vaca. Ahora sí gritabas y te tomabas las ampollas recién nacidas, llenas de agua, rebosantes de pus, humeantes.

Manchada de mayonesa y tirada en el fondo del ring, implorabas que le pusiera fin a la tortura. Con la misma banqueta que habías ocupado doblemente, tomaba distancia y la estrellaba de frente contra tus ojos. Tu pera se partía al medio, caías de cara contra el suelo y desparramabas los últimos dientes que seguían en pie. Te ganaba por knock out.


La hora de almuerzo llegaba a su fin cuando en mi mente moriste y yo, ahora sin hambre, veía tus piernas sobre la silla y sonreía por dentro. Estaba saciada.

No hay comentarios:

LA DUEÑA DE LA PERVERSIÓN ES...

Asesinatos imaginarios para deleite de las mentes más perversas.

Seguidores

Archivo del blog