XII

Éramos dos infantes que volvían del zoológico cuando esa tarde quise matarte. Viajábamos en colectivo, yo del lado de la ventana, vos del lado del pasillo, cuando de pronto te pusiste de pie. “Abrí la ventana”, me dijiste. Mi brazo no alcanzaba a hacer la fuerza suficiente. Me vomitaste en la cabeza. Íntegra. Quedé en estado de shock por algunas horas, me recuerdo en la bañera con tus pedazos de comida flotándome alrededor.

Eran no más de las 7 de la tarde cuando imaginé tu muerte. Te arrojaba a los monos para que te arrancaran el pelo y los ojos. Mientras intentaban escarbar dentro de tu ombligo, te tomaba de las piernas y te golpeaba contra las rejas de la jaula. Tenías la cara hinchada y te sangraba el cuero cabelludo. Con una pulidora, emparejaba el trabajo de los primates y despdrendía los últimos pelitos. Parte de tu cráneo saludaba la luz por primera vez.

Con una sierra moldeaba las partes blandas de tus piernas mientras te obligaba a comer alimento para patos. "No fue a propósito", perjurabas: "Fue sin querer". Me divertía ver tu carne colgando como flecos de una falda hawaiana. Tenías arcadas. Usaba un balde para dejarte inconsciente, aunque no podía evitar que el vómito saliera de tu boca dislocada y bordeara tu cuerpo dormido.

Transcurrieron 18 rencorosos años hasta que por fin en mi mente moriste. Ahora, tu vómito solo manchaba tus ropas.

1 comentario:

Maichus* dijo...

me queres decir pq decidi leer tu entrada de hoy degustando un sandwich?! permiso... creo que voy al baño

LA DUEÑA DE LA PERVERSIÓN ES...

Asesinatos imaginarios para deleite de las mentes más perversas.

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